En el caso de la humana y los cyborgs, estaríamos hablando de la coexistencia entre dos especies, al igual que la humana y la neandertal, con la particular y nada trivial diferencia de que en el primer caso la primera ha sido la creadora de la segunda. Lo que nos lleva a otra interesante cuestión.
Los cyborgs son plenamente conscientes de sus orígenes, al menos los primeros de ellos y, por lo tanto, deberían desarrollar una particular filosofía o, mejor, teología, respecto de sus padres creadores, al igual que el hombre, en sus albores, desarrolla la suya propia y establece que tanto él, como todo lo que le rodea, son producto de la creación de Dios. Supongamos que estas criaturas, tal y como ocurre en la película, son lanzadas a la exploración del espacio, sin posibilidad alguna de imaginar quién los lanzó.
Me inclino a pensar que llegarían a conclusión, similar a la nuestra, de que algún otro ser, muy superior a ellos, tuvo que haberlos creado. Pero son seres particularmente inteligentes, de forma tal que, tarde o temprano, llegarán a reconstruir con precisión racional su particular historia. El rencuentro con su creador puede ser particularmente impor- tante, y pronto apreciar que ellos mismos disponen de cualidades muy superiores o, en todo caso, que pueden tener una vida independiente, al margen.
Aunque no hay una equivalencia total en las respectivas relacio- nes con sus creadores, lo cierto es que si al humano le lleva tiempo zafarse de la influencia y poder ejercidos por su virtual creador, mucho menor va a ser el que puede llevarle al cyborg a hacer lo mismo o “reclamar su independencia”.
La pulsión por sobrevivir, finalmente, es tan medular a su existencia como lo es en nuestra especie, de forma tal que todo aquello que perciba como ataque a la misma, individual o colectiva, se traducirá en una lucha contra quien la provoca. ¿Nos enfrentaremos? ¿Nos remplazarán?
No hay comentarios:
Publicar un comentario